29
Ago
2016
Artículo de Alfredo Bonet, Director Internacional de la Cámara de España, publicado en el diario económico Cinco Días.
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Tantos meses de gobierno en funciones sin una perspectiva clara sobre la fecha de formación de uno nuevo es una situación sin precedentes. Mientras tanto, la vida sigue pero el pulso económico se resiente por el impacto de la incertidumbre política en las decisiones de inversión.

El sector exterior, al que tantas de nuestras empresas han dirigido su atención y esfuerzos ante estas circunstancias internas, juega un papel clave en estos meses. No solo batimos records cada mes en turismo, sino también en exportación de bienes y de otros servicios. Un comportamiento envidiable, especialmente al compararlo con el de nuestros principales socios europeos y en un entorno poco propicio. El moderado crecimiento en la Unión Europea, los síntomas del Brexit o la desaceleración económica en grandes países emergentes son factores que anticipan un panorama sombrío.

Esta renovada atención por el exterior cuando las cosas no marchan bien no es nueva. Muchas empresas salieron al exterior impulsadas por la caída de la demanda interna que experimentamos a partir de 2009. Algunas fracasaron, quizá por improvisación o falta de planificación, pero varios miles encontraron en el exterior la demanda que buscaban y allí se han quedado, engrosando nuestra base exportadora regular. Y no sin esfuerzos y sacrificios considerables para conseguir la competitividad necesaria para afrontar un mercado global cada vez más exigente.

Nos honra contar además con un buen número de firmas ya fuertemente internacionalizadas a través del comercio y la inversión, la punta de lanza de nuestra presencia empresarial exterior, que ocupan posiciones de liderazgo mundial en diferentes sectores. Su actividad exterior supone una proporción cada vez mayor de su facturación y resultados.

La internacionalización es un proceso claramente beneficioso para las empresas que lo abordan, ya que diversifican sus riesgos, amplían sus mercados, crecen, innovan y se hacen más competitivas. Pero también para nuestro sector productivo, porque esos efectos se acumulan y hacen a nuestra economía más fuerte, generadora de empleo de mayor calidad, resistente a las crisis y competitiva a nivel global. Debemos por ello avanzar hacia un modelo productivo en que una parte creciente del PIB sea aportada por bienes y servicios comerciables en un mercado cada vez más global, integrado y competitivo.

El margen es enorme. Tenemos un gran número de empresas globalmente competitivas, aunque algunas quizá aún no lo sepan. El éxito en un mercado tan competido como el interior de la Unión Europea es una garantía para conseguirlo también en otros. El mercado a abarcar no debe acabarse en los confines de la Unión, porque los países emergentes van a crecer más rápidamente en los próximos años y también en ellos hay que posicionarse. Y debemos exportar bienes y servicios de alto valor añadido y no tratar de competir con los exportadores de bajos costes, sino en la liga de los mejores que nos corresponde.

Este proceso se está produciendo ya, pero no debemos darlo por garantizado. Podría ser reversible y es preciso asegurarnos de que las empresas que han salido en estos años no abandonen los mercados exteriores cuando tire de nuevo nuestra demanda interna. El impacto de la crisis ha sido tan fuerte que el exterior debería ser ya un componente estructural, más que coyuntural, en los modelos de negocio. Hay que apuntalar este modelo.

Por otra parte, es posible acelerar el proceso. Muchas empresas necesitan un empujón para acometerlo y acompañamiento para desarrollarlo. Disponemos de instituciones que cuentan con muchos años de exitosa experiencia y magníficos resultados apoyando a nuestras empresas a salir al exterior, especialmente ICEX-España Exportación e Inversiones, Cámaras de Comercio y entidades de promoción de las Comunidades Autónomas. Todas han sufrido reducciones considerables en sus presupuestos y recursos como consecuencia de la crisis, y han debido reinventarse bajo las nuevas circunstancias. Ello ha tenido, sin embargo, el efecto deseable de promover una mayor colaboración entre ellas en busca de la máxima complementariedad al atender la demanda de las empresas.

Las Cámaras de Comercio son el colectivo que ha sufrido la más importante transformación tras la desaparición, a partir de 2011, del recurso cameral permanente con que se financiaban, del que destinaban dos tercios a apoyar la internacionalización. El ajuste hacia un modelo de Cámaras de financiación privada ha sido especialmente duro. Hoy son entidades de menor dimensión, con la mitad de empleados en conjunto, pero con mayor especialización, flexibilidad, agilidad y orientación al cliente para responder mejor a las necesidades de las empresas. La inminente puesta en marcha de los programas de apoyo a la internacionalización desarrollados conjuntamente por la Cámara de Comercio de España y las Cámaras territoriales, con el apoyo de fondos europeos de desarrollo regional, marca el inicio de una nueva etapa ilusionante en que estas entidades demostrarán el relevante papel que van a jugar, en leal colaboración con las demás, en esta materia en el futuro.

No es probable que el apoyo a la internacionalización se aborde en las negociaciones en curso entre los distintos partidos, ni que figure entre las prioridades al afrontar los duros presupuestos a elaborar para el próximo año. No obstante, las reflexiones anteriores aconsejan no descuidar los recursos presupuestarios destinados al apoyo a la internacionalización, especialmente a través de ICEX y de los entes de promoción autonómicos. La Cámara de España y las Cámaras territoriales afrontan la puesta en marcha y ejecución de sus programas de apoyo a la internacionalización con recursos exclusivamente privados, aportados por las empresas, aunque el objetivo que persiguen sea, como se ha explicado, de evidente interés general para la economía española. En este sentido, sería deseable establecer acuerdos entre las Cámaras y las Administraciones central y autonómicas para que medidas específicas de acompañamiento internacional puedan llegar, con recursos adicionales y a través de su tupida red territorial, a un mayor número de pymes y en condiciones más asequibles. Así, sumando fuerzas, contribuiremos a promover la evolución hacia un modelo productivo más competitivo y mejor integrado en el mercado global, que asegure mayores cotas de crecimiento económico, empleo, prosperidad y bienestar para los españoles.

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